It's never too late to be what you might have been!
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Acción de Gracias

noviembre 21, 2011
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Esta semana se celebra el Día de Acción de Gracias. Si bien en El Salvador no es una tradición como en otros países, creo que es una buena ocasión para pensar en todas las cosas por las que debemos dar gracias. Muchas veces damos por sentado todo lo que tenemos y no nos damos cuenta de que son bendiciones que otras personas menos afortunadas no poseen. Nos quejamos de las situaciones que debemos afrontar y en ocasiones incluso le reclamamos a Dios que permita que cosas malas nos sucedan.

Siempre le había dicho a Dios que yo no era como las demás personas que cuando todo está mal lo buscan y cuando todo está bien se olvidan de Él. Yo era diferente y lo buscaba cuando estaba bien. De alguna forma muy especial, Él y yo nos logramos comunicar. Y cuando estoy atenta lo escucho perfectamente. El mensaje llega “fuerte y claro”. Y le hablo a Él igual que les hablaría a mis papás.

Hubo un día en que hablé con Él seriamente. Le dije que yo sabía que Él me daba el libre albedrío y que Él no me iba a obligar a hacer nada, pero que yo NO lo quería, porque no sabía hacer uso de éste. Le dije que yo no estaba en la capacidad de tomar mis propias decisiones y que cada vez que Él me dejaba decidir, terminaba haciéndome mucho daño. Así que le rogué que tomara Él mi libre albedrío, me guiara y no me dejara hacer estupideces como las hacía siempre.

Además, le pedí que me tomara de la mano súper fuerte y que no me soltara por nada del mundo, por más que yo me quisiera soltar. ¡Él NO debía soltarme por ningún motivo! Le expliqué que yo era una niñita y Él el adulto responsable. Le puse el ejemplo de una mamá que sale con su hijita y la niña se quiere soltar de la mano a medio parqueo o a media calle o en pleno centro comercial. La niña quiere salir corriendo, pero la mamá sabe que la niña no entiende todos los peligros que eso representa. Y como la mamá ama a su hija con todo su corazón y quiere lo mejor para ella, no la suelta de la mano por más que la niña grite, llore, patalee y haga el berrinche de su vida. ¡Así que lo mismo tenía que hacer Él conmigo! Era su trabajo cuidarme y no permitir que nada ni nadie me lastimara, incluyéndome.

¿A qué les recuerda todo esto? Era una “Peter Pan” en su máxima expresión. ¡Y una Peter Pan mandona!

Cuando mi vida se comenzó a venir a pique, me enojé horrible con Él. No podía dejar de reprocharle que me hubiera soltado de la mano a pesar de que le había pedido que no lo hiciera en una conversación súper seria que habíamos tenido. (¿Conversación o monólogo mío?) Le reclamé que yo había confiado en Él, que yo me había puesto en Sus manos y Él me había abandonado a mi suerte y había dejado que me hicieran muchísimo daño. Siempre le eché la culpa de todo lo malo que sucedió de ahí en adelante. Para mí, Él me había dejado igual que el resto del mundo. ¡¡¡Hasta Él!!!

Hace poco menos de 1 año que logré platicar de nuevo con Él, platicar en buen plan y sin pelear, pude entender muchas cosas. Me di cuenta de que Él NUNCA me soltó la mano y que Él NUNCA me dejó ni me abandonó. Él siempre estuvo pendiente de mí y siempre estuvo cuidándome. No hay otra razón para que yo esté hoy aquí. Sin Él yo jamás hubiera salido de donde estaba. Y por eso debo darle infinitas gracias.

Los papás, por más que tienen a sus hijos agarrados de la mano, no pueden evitar que en un descuido se metan cosas a la boca, o que metan la mano donde no deben, etc. Pero sí pueden sacarles lo que se meten a la boca una vez que se dan cuenta o quitarles la mano de donde la han metido antes de que se lastimen. Pues lo mismo me pasó con Dios. Él no podía evitar que yo cometiera todos esos errores, pero sí pudo evitar que las consecuencias fueran irreversibles. Me sentí feliz de que Él me mostrara todo lo que no había querido ver durante estos últimos años.

Pienso que a lo largo de nuestra vida va a haber momentos en los que nos vamos a sentir solos, tristes, frustrados, enojados o con miedo. Y en esos instantes lo que debemos saber es que no estamos solos, porque Dios siempre está con nosotros y no nos suelta. Lo importante es que intentemos escucharlo y entender qué es lo que Él quiere de nosotros. No es magia esto y tenemos que trabajar para salir adelante. Lo que necesitamos es que Él nos dé las fuerzas para poder lograrlo cuando sentimos que ya no podemos más.

Muchas veces con el día a día, nuestra rutina y el ritmo acelerado en el que vivimos, no logramos escucharlo. Pero no es porque Él no esté ahí, sino porque estamos tan distraídos y enfocados en otras cosas o personas, que no nos detenemos a preguntarle qué es lo que nos quiere decir. Por eso creo que es esencial hacer un alto en nuestras vidas y reflexionar sobre cómo estamos. Si lo hacemos, nos vamos a dar cuenta de que tenemos una cantidad enorme de bendiciones por las que dar gracias a Dios.

En mi caso, le doy gracias porque Él está a mi lado y nunca se rinde conmigo. Porque sé que por más que me equivoque y cometa millones de errores, Él me sigue amando y cuidando. Porque me ha dado una familia maravillosa que me quiere y me apoya. Porque ha puesto en mi camino amigos increíbles que han estado conmigo en los momentos difíciles. ¡Y Él está presente en todas esas personas!

Solemos dar por sentado todo lo que tenemos y no nos ponemos a pensar que somos afortunados al tener a nuestros padres, unos hermanos que a veces nos vuelven locos, buenos amigos con los cuales compartir nuestras alegrías y tristezas; porque tenemos salud cuando otras personas sufren de tantas enfermedades; porque podemos caminar, ver un atardecer, escuchar nuestra canción favorita; porque tenemos qué comer cuando millones de personas mueren de hambre; porque tenemos un techo que nos cubre de la lluvia mientras otros viven en las calles; porque tenemos un trabajo en esta época en la que el desempleo es altísimo. Si comprendemos que todas esas cosas que consideramos que es lógico que las tengamos son regalos que Dios nos hace, vamos a ser muchísimo más felices y podremos agradecerle cada día esas bendiciones que Él nos da.

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