It's never too late to be what you might have been!
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En nuestro país la mujer es la base de la familia. Existen muchos hogares que son sostenidos por ellas debido a la falta de una figura paterna. Partiendo de este hecho, el que una mujer sea adicta no sólo la afecta a ella, sino que tiene un impacto grave sobre todo el núcleo familiar. En la actualidad cada vez hay más mujeres que consumen y a edades más tempranas.

Tanto el alcoholismo como la drogadicción son enfermedades que no respetan raza, edad, credo ni posición socioeconómica. Cualquier mujer puede ser víctima de esta enfermedad. La pérdida de valores y la desintegración familiar que existe en la sociedad fomenta el abuso de alcohol y drogas.

Hoy en día las mujeres tienen más acceso a estas sustancias, porque tienen mayor independencia económica. En los trabajos deben asistir a reuniones y cenas de negocios en las que se ven presionadas a tomar. Por otro lado, las jóvenes entre 20 y 30 años tienen altos ingresos y pocas responsabilidades. Creen que son “cool” por tomar, que están a la moda y que se ven atractivas con una copa en la mano. Pero el alcohol también es una droga. Lo que sucede es que es legal y socialmente aceptado. Sin embargo, puede crear una adicción igual que las drogas.

Algunas de las razones que pueden llevar a una mujer a volverse adicta son problemas familiares, maltrato físico, abuso sexual, muerte o abandono de uno de los padres, su divorcio, etc.

En la adolescencia, las niñas pueden verse presionadas a probar drogas y alcohol por sus mismos “amigos” o pareja, porque se vuelve un requisito para ser aceptadas. Si se sienten abandonadas por su familia y creen que no tienen a nadie, van a acceder a consumir para ser parte del grupo. Por eso es importante trabajar en que las jóvenes tengan una buena autoestima y se valoren desde pequeñas. Eso les va a ayudar a saber decir NO a este tipo de presión social.

Las drogas y el alcohol son una vía de escape de los problemas que tiene la persona. Mientras se encuentran bajo la influencia de la sustancia que consume, se olvida de todo, pero cuando el efecto pasa, la realidad sigue siendo la misma. El sentimiento de frustración y enojo se intensifica.

Hay que tener muy en cuenta que una adolescente está empezando a desarrollar su personalidad y todavía no está bien formada. Las drogas y el alcohol pueden hacerla sentir más segura de sí misma y empieza a verse diferente cuando está bajo los efectos de la droga y cuando no. La falta de seguridad emocional que experimentan cuando pasa el efecto no les gusta y eso las lleva a consumir más seguido.

Una complicación con las drogas es que no se puede mantener el control, porque el organismo se va acostumbrando y cada vez necesita más, volviéndose algo permanente. El efecto que causaba la dosis que ingerían al principio ya no es suficiente y debe aumentar la cantidad. En ese punto, el problema se vuelve evidente, porque hay cambios en el comportamiento de la persona.

Es importante poner atención a las hijas en la pubertad ya que cuando se inicia con el consumo de drogas, el problema no se ve a simple vista. Cuando las familias son unidas, existe una buena relación entre sus miembros y un ambiente de confianza en el que cada uno puede expresar lo que está viviendo sin temor a ser juzgado, rechazado o castigado, va a ser más fácil que la persona afectada lo diga lo que le está sucediendo.

De otro modo, si ella sabe que está haciendo algo que no está bien y que no es bien visto por la familia, va a empezar a aislarse y a alejar a todas las personas que se interesan en ella. Como piensa que nadie la va a entender y que nadie la va a ayudar con su problema, comienza a refugiarse aún más en las drogas y el alcohol. Comienza a mentir y a esconderse para continuar con el consumo. Puede empezar a robar para conseguir dinero para poder financiar la droga.

Otros síntomas que puede presentar una persona adicta son parecer deprimida o cansada, no arreglarse ni preocuparse por su aspecto físico, ojos rojos y pupilas dilatadas, pérdida de interés en todas las cosas que antes le gustaban, cambiar de amigos, ausentarse del trabajo o la escuela, etc.

Cuando ya es obvio que se tiene un problema, el primer mecanismo de defensa es la negación y minimizar su importancia. Lo cierto es que los efectos que tiene sobre la mujer son alarmantes. Los riesgos de salud van desde desnutrición, problemas cardíacos, enfermedades de transmisión sexual, hasta la muerte. Las drogas afectan el cerebro y tienen consecuencias mentales. Van destruyéndolo hasta el grado que la persona puede perder la razón. Puede terminar siendo una indigente en la calle, porque no permite que nadie le ayude. La persona llega a perderlo todo y se queda completamente sola.

Pero los efectos no son sólo para ella. ¡Afecta a los bebés! Cuando una mujer está embarazada, todo lo que consume, lo consume el feto. Si se toma una copa de alcohol o se droga, lo mismo está llegándole al bebé. A parte de las malformaciones físicas que se pueden presentar el recién nacido, también puede tener problemas mentales hasta un retardo mental.

Es importante que las mujeres reciban el tratamiento adecuado para su enfermedad y para poder reincorporarse a la sociedad. El primer paso es aceptar que se tiene un problema y pedir ayuda. Si bien no va a ser fácil y van a haber recaídas, si se tiene el apoyo y la ayuda profesional adecuada, se puede salir de la enfermedad. Es indispensable contar con un médico, porque debido a la dependencia que ocasionan estas sustancias, se debe pasar por un proceso de desintoxicación.

“Este problema impacta de manera tremenda a la sociedad, porque se lleva de encuentro a todo el núcleo familiar. Detrás de cada hija que consume hay un papá y una mamá, probablemente hermanos, etc. Detrás de cada mamá hay hijos, esposo, novio etc. La familia entera se ve afectada y a veces la familia está enferma también de vivir la pesadilla de la adicción. Por eso en HADA se trabaja de manera integral con la familia de la residente”. Cristina Saguer, Directora de Fundación HADA.

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