It's never too late to be what you might have been!
It's never too late to be what you might have been
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Estoy segura de que la mayoría conoce la parábola del hijo pródigo, y para los que no, aquí les dejo la cita bíblica donde pueden encontrarla: Lucas 15:11-24.

En el último año me encontré en esa situación. Fui por mucho la peor hija que una madre podría tener. Vivíamos en la misma casa, pero yo no le hablaba. No quería ningún tipo de relación con ella, porque me sentía lastimada y enojada.

A pesar de mi actitud, mi Mami seguía intentando acercarse a mí, pero yo no lo permitía. No quería más “justificaciones”. Me creí con el derecho de juzgarla y condenarla, aun cuando yo siempre digo que nadie puede juzgar a los demás. Falté al mandamiento de honrarla. Dios no nos dice en qué condiciones hacerlo o si estamos enojados tenemos licencia para faltarles al respeto. Dios nos lo manda SIEMPRE.

Por más que todas las personas cercanas a mí y que conocían lo que ocurría me decían que no estaba bien y que tenía que arreglar las cosas con mi Mami, yo no podía. Estaba tan cerrada como nunca había estado. En lo más profundo de mí estaba segura de que yo ya no tenía mamá.

Los meses pasaban y el ambiente en mi casa empeoraba. Cada día yo me sentía peor. Sin saberlo, me estaba muriendo por dentro. Un día estaba viendo la película “Mothers & Daughters” y de repente comencé a llorar desconsoladamente. Fue en ese momento que me di cuenta de qué tan mal estaba y cuánto extrañaba a mi Mami. Lo único que podía pensar era que quería tener una buena relación con ella y que fuéramos amigas. Necesitaba desesperadamente una mamá. Lo más irónico era que la tenía a unos pasos de distancia.

Durante algunas semanas estuve pensando qué hacer. No sabía cómo acercarme a ella y tampoco sabía qué reacción iba a tener ella hacia mí después de tantos rechazos de mi parte. Lo hablé con mi Papi llorando y él me dijo que estaba seguro de que ella también quería estar bien conmigo.

Una noche me armé de valor y les ofrecí a ambos un pedazo de un postre alemán que yo había traído de mi viaje y que me encantaba (y no le había dado a probar a ella). Lo tomó y yo me fui a mi cuarto. Unos minutos más tarde bajé a traer agua y ella seguía en la cocina. Me dio las gracias por el pastel. Yo sólo pude responder “De nada”, pero mi corazón latía con todas sus fuerzas. Le pregunté si un día podíamos hablar. Para mi sorpresa, ella me respondió alegre que sí.

No me aguanté más y le dije con un nudo en la garganta: “Pero para mientras te quiero pedir perdón por todo” y las lágrimas comenzaron a rodar. Ella se me acercó, me abrazó y me dijo: “Sí, no importa”. Yo le respondí que claro que importaba, porque jamás debí haberme portado con ella como lo hice. El abrazo fue largo y terminamos hablando en ese instante.

Yo estaba que no lo podía creer. Mi Mami había reaccionado como el padre de la parábola del hijo pródigo. Yo había pecado contra ella y, sin embargo, cuando regresé arrepentida, ella estaba ahí esperándome con los brazos abiertos, sin condiciones, simplemente dispuesta a amarme y perdonarme.

La historia no termina ahí. Tres semanas después de la reconciliación, yo me hice una contractura muscular severa en la espalda y no podía ni levantarme de la silla. Lloraba del dolor. Le llamé a mi Mami y salió de la oficina para venir a la casa a verme y ponerme una inyección para el dolor. Con la mayor paciencia del mundo me fue moviendo poco a poco durante una hora, hasta que me logró dejar boca arriba. Durante 2 días me estuvo inyectando cada 8 horas, despertándose a media noche porque me tocaba la siguiente dosis. Una vez que podía caminar me llevó a donde el doctor, me llevó a terapia todos los días hasta que me dieron el alta, se venía a acostar conmigo a ver TV, y todo lo hizo de corazón, no como una obligación.

¡Mi Mami me cuidó como nadie más hubiera podido! A mí se me hacía un nudo en la garganta. Me sentía súper culpable de que ella fuera tan buena conmigo y le dije: “¡No me merezco que me cuidés así!” Ella me abrazó y me dijo: “No, eso es lo que hacen las mamás”. Como le dije a ella, ¡NO!, eso no es lo que hacen las mamás, es lo que hace ella que no sólo es una buena mamá, sino una excelente persona con un corazón enorme. Cualquier otra mamá hubiera mandado por un tubo a la hija. No todas las mamás son así de compasivas. La mía es un ejemplo de que practica lo que Jesús enseña.

Pero la historia tampoco termina ahí. No tenía ni una semana de haber salido de mi problema de la espalda, cuando me fracturé el pie (y sigo con eso), y nuevamente mi Mami continuó cuidándome. Ambos, ella y mi Papi, han estado súper pendientes y han ido a las citas importantes de doctores. Con el pie he estado completamente dependiente de ellos hasta para que me traigan un vaso con agua y los dos lo han hecho alegres. Mi Papi que es un poco más chistoso, cuando viene él en las noches a dejarme la cena, toca la puerta de mi cuarto y dice: “Room service”, jajaja. Esa simple frase me hace saber que para él no es una carga cuidarme ahora que lo necesito. Realmente soy súper bendecida, porque tengo unos papás maravillosos.

Lo que ha ocurrido con mi Mami no tengo otra palabra para describirlo más que como un milagro. Definitivamente Dios está siempre presente y obra a su debido tiempo. Él ve la foto completa. Yo sé que me dolía tanto el corazón que no pude pasar un segundo más sin disculparme con Mami. Pero únicamente Él sabe por qué puso en mi corazón que pidiera perdón en el momento que lo hice, sin saber que sólo unas semanas más tarde iba a necesitarla más que nunca. Esas son las maravillas que Él hace.

No fue nada agradable pasar tanto tiempo enojada con mi Mami, pero pienso que, si eso no hubiera pasado, probablemente no hubiera valorado de la misma forma todo lo que ella ha hecho por mí ahora que estoy incapacitada. Me ha dado una enorme lección de amor incondicional. No puedo dejar de hacer hincapié en la Mamá tan buena que Dios me ha dado y que como Él, ella también me perdona y sigue estando para mí.

Decidí compartirles este pedazo de mi vida, porque sé que puede darle esperanzas a otras familias para creer en que Dios puede reparar hasta aquellas relaciones que consideramos irreparables. Si algún hijo que lee esto, está peleado con alguno de sus papás, tal vez sea la luz que necesitan para buscarlos y pedirles perdón. Y para los papás que tienen a una hija o hijo que se ha alejado, sigan pidiendo por ellos y tomen el ejemplo tan grande de mi Mami. No se den por vencidos con ellos nunca y recíbanlos con los brazos abiertos cuando regresen como el hijo o hija pródiga y digan «porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.» (Lucas 15:24).

Mami, gracias por ser la mejor mamá del mundo, por ser el mejor ejemplo para mí, por tu amor incondicional, por nunca tirar la toalla conmigo, por perdonarme tantas veces y por seguir siempre a mi lado. Te amo con todo mi corazón.

¡Feliz Día, Mami!

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