It's never too late to be what you might have been!
It's never too late to be what you might have been

Casi siempre vemos que le suceden milagros a otras personas, ¡pero no a nosotros! Voy a hablarles de mi caso muy particular. Llegué al punto de decir: “¡Los milagros NO existen!” y reclamarle a Dios, porque no hacía nada por mí. Parecía que mientras más me acercaba a Él, peor me iba en todo. Pensaba que Él permitía que todas esas cosas “malas” sucedieran. ¡Qué equivocada estaba!

Ahora que pongo atención puedo ver la gran cantidad de milagros que Dios me ha concedido. Voy a compartir con ustedes algunos de ellos.

En primer lugar, Él siempre me pone ángeles a dónde sea que vaya, ¡SIEMPRE! ¡Eso es un milagro! Por ejemplo, ¿cuáles eran las posibilidades de que en mi clase en Alemania, donde todos eran ateos, uno de mis compañeros fuera un sacerdote? Era casi imposible. Pero como Dios sabía que para mí era importante tener a alguien que creyera en Él cerca y me diera palabras de aliento, lo hizo posible.

Mi choque de hace unos meses… Yo me hubiera podido morir. Es más, mientras todo ocurría (en cámara lenta), sólo pensaba que ahí terminaba mi vida. Yo no usaba cinturón de seguridad y ese día me lo puse. Si no lo hubiera tenido, hubiera salido disparada por el parabrisas y me hubiera estrellado contra el poste. Me salvó. ¡Otro milagro! Y así como en esa ocasión, me ha salvado la vida más veces de las que puedo contar. ¿Lección? Él me quiere aquí.

Pero el milagro más grande que les quiero contar hoy es el más reciente. Es un milagro compartido con alguien más, mi hermana Pamela. ¿A cuántos de ustedes les ha pasado que tienen malísimas relaciones con algunos de sus seres queridos? ¿Cuántos de ustedes no se hablan con sus papás, sus hermanos, sus esposos, sus hijos? ¿Y cuántos de ustedes creen que esas relaciones son insalvables y que no tienen remedio? Yo pensaba eso.

Tengo 32 años y Pamela 27. Calculen que durante prácticamente 27 años tuvimos la peor relación que se puedan imaginar. Al extremo de odiarnos. Existía entre ambas una rivalidad, celos y envidia exagerados. Las 2 estábamos profundamente heridas por las acciones de la otra y no estábamos dispuestas a perdonarnos.

Sin embargo, en el fondo las 2 anhelábamos tener una hermana. Esa hermana que se convierte en la mejor amiga, con la que salen juntas, comparten secretos, se cuidan y se apoyan. Veíamos como otras hermanas tenían “eso” que nosotras deseábamos, pero no podíamos conseguir. ¡Era frustrante! Había momentos en los que yo intentaba acercarme, pero ella no quería, y otros en los que la cosa era al revés. Llegó un momento en el que nos dimos por vencidas y aceptamos que nunca íbamos a llevarnos bien, sino que a lo mucho soportarnos. Dejamos de esforzarnos.

Lo interesante es que sin decirle una a la otra, ambas nos pusimos a pedirle a Dios que reparara nuestra relación. ¡Le estábamos pidiendo un verdadero milagro! Él nos lo concedió.

Cuando dicen que todo sucede por una razón, incluso lo que parece ser “malo”, es cierto. Si yo no me hubiera regresado de Alemania, ella y yo no hubiéramos tenido la oportunidad de trabajar en nuestra relación. En estos meses ella ha sido un apoyo enorme para mí y también se presentó la situación para que yo pudiera ser un apoyo para ella.

En este tiempo juntas hemos descubierto lo mucho que nos queremos y que siempre vamos a estar la una para la otra. Salimos a comer, a cantar, a bailar, al cine… y no necesitamos a nadie más para pasarla bien. Lloramos cuando nos pasa algo que nos lastima y la otra está ahí para consolar. Nos damos consejos mutuamente. Viene ella a mi cuarto o voy yo al de ella y pasamos horas platicando.

La semana pasada incluso se nos cumplió el milagro de viajar juntas y fue uno de los regalos más grandes que he recibido en mi vida. Anduvimos juntas todo el tiempo y nos dimos cuenta de cómo al ser tan diferentes la una de la otra nos complementamos perfectamente. Ya no se trató de ver quién se robaba el “escenario”, sino de compartirlo. Hicimos nuevos amigos y disfrutamos muchísimo. No podía imaginarme estar ahí sin ella.

¿Somos perfectas? ¡No! Cada una tiene sus cualidades y defectos, pero hemos aprendido a amarnos a pesar de esos defectos. ¿Pelamos cables de vez en cuando? ¡Obvio! Si somos humanas. Pero sabemos entender que ese momento va a pasar y no nos tomamos personales las acciones de la otra. ¿Estamos de acuerdo en todo? ¡Tampoco! Hemos aprendido que debemos respetar el punto de vista de la otra y no convertirlo en tema de pelea.

Ahora yo tengo una hermana y Pamela también tiene a su hermana. Espero que mi historia les de esperanza de que sus relaciones también se pueden restaurar, ya sea con sus papás, sus hermanos, sus hijos, su pareja, etc. Sólo pídanle a Dios con todo su corazón y tengan paciencia para que Él obre en el momento correcto.

¡Los milagros sí existen!

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