En estos días he estado pensando en lo importante que es vivir cada día como si fuera mi último día. Si yo supiera que este es el último día que voy a vivir probablemente no perdería el tiempo en peleas y discusiones sin sentido, en enojarme por cosas que no valen la pena, en estar triste por personas que no merecen ni una de mis lágrimas.
Cuántos damos por sentada la vida que tenemos. El despertar cada mañana, cuando muchos no lo hacen. Los padres que pasan pendientes de nosotros, cuando tantos son huérfanos. Los hermanos que usan nuestras cosas, cuando otros son hijos únicos y no tienen con quién jugar. Los amigos que están a nuestro lado, cuando muchos están solos en el mundo.
Damos por hecho que va a existir un mañana. Pero, ¿quién dice que va a haber mañana? De lo único que podemos estar seguros es del presente, de este instante que tenemos en nuestras manos. Ni siquiera podemos estar seguros de la siguiente hora, minuto o segundo. Sólo Dios sabe qué es lo que va a pasar. Y no sólo no podemos estar seguros de nuestra vida, sino tampoco de la de los demás, de nuestros seres queridos.
En el banco me preguntaron si quería tomar un seguro de vida. Les dije que lo iba a pensar. La cajera me dijo que si lo tomaba, estaba asegurada desde el momento en que firmaba, que si por alguna razón al salir del banco me pasaba un accidente y moría, iba a estar asegurada. ¡Qué trágica! Me pareció una forma un poco aterradora de vender el seguro de vida, pero lo cierto es que tiene razón. No es ser pesimista, pero nadie te garantiza que no sufras un accidente mortal o un ataque al corazón que no te dé tiempo ni de decir adiós.
Si este fuera tu último día, ¿qué es lo que quisieras llevarte? ¿Cómo quisieras vivir? ¿Qué les dirías a esas personas que tanto amas? ¿Evitarías pleitos y gritos? ¿Te retractarías de las ofensas que dijiste? ¿Pedirías perdón?
No desperdicies la vida con miradas asesinas. No llenes de tristeza los ojos de tus seres amados. No digas palabras de las que te vas a arrepentir. No hagas daño a tu prójimo. No te lamentes por las cosas que no son como tú quieres. No te acomodes a hacer un trabajo que no te llena. No te vayas nunca enojado, porque no sabes si esa va a ser la última vez que veas a esa persona.
Cada vez que tengas la oportunidad de mirar a un ser querido a los ojos, atesora ese momento en tu corazón. ¿Te quieres quedar con el recuerdo de su sonrisa o con el sentimiento de culpa de haberlo tratado mal? ¿Quieres irte sabiendo que diste todo de ti o con la pena de que no te entregaste al máximo? ¿Qué harías si supieras que vas a ver a esa persona por última vez?
Yo ya tuve a un ser querido del que no conocía su último día. Yo era una niña. Íbamos a ir a comer sorbete el domingo y él no les dijo a mis papás. Llegó a la casa por mí y yo no estaba. ¡Se me olvidó! Me llamó en la noche para decirme que no me preocupara y que íbamos el siguiente fin de semana… ¡pero el siguiente domingo nunca llegó! Lo mataron jueves. La última vez que podía haber visto a quien más he querido, no lo vi. Jamás nadie se hubiera podido imaginar que su vida iba a terminar tan pronto. Pero la vida la tenemos prestada.
Por eso debemos vivir cada día como si fuera el último. Ama con todo tu corazón. Diles a las personas que amas lo mucho que las amas. ¡No asumas que lo saben! Abraza con todas tus fuerzas. Sonríe y agradece por todas las bendiciones que tienes. Persigue tus metas y sueños y no desistas. Cómete ese pedazo de pastel de chocolate sin pensar en las calorías. Disfruta de las olas del mar sin pensar en que se te va a maltratar el pelo. Corre bajo la lluvia. Pide perdón a quién has ofendido. Haz las paces con tus seres queridos, con Dios y contigo. No pongas excusas para ese almuerzo o ese café. Toma las clases que quieras. Ten esa conversación que has estado posponiendo. Dedícale tiempo a esas personas que te lo piden y no les digas “más tarde”. Demuéstrale a tus seres queridos cuánto te importan. Déjate amar, ¡y ámate a ti mismo!
Vive cada día al máximo, entregándote por completo y poniendo tu corazón en todo lo que haces. Vive sin desperdiciar ni un solo momento, haciendo que cada instante valga la pena. Vive sin dejar nada para mañana. Vive sin arrepentimientos. Vive libre de rencor. Vive dando lo mejor de ti. ¡Vive como si fuera tu último día!
¿Qué harías si sólo te quedara este instante? ¿Cómo vivirías el último día de tu vida?