En la vida estamos expuestos a comparaciones constantemente. Es algo inevitable. En ocasiones parece que no existimos por nosotros mismos, sino que en comparación a las personas que tenemos a nuestro alrededor.
Obviamente quienes comienzan a compararnos con otros son los adultos que nos rodean, y esto se da desde que somos unos recién nacidos. ¿Hemos crecido más que los otros bebés? ¿Empezamos a hablar antes que los demás? ¿Podemos comer de todo? ¿Dejamos dormir a nuestros papás toda la noche o pasamos llorando? ¿Nos enfermamos mucho o somos saludables? ¿Aprendimos a ir al baño o seguimos usando pañales?
¡Comparación tras comparación! Según los papás para ver si no hay nada de qué preocuparse y ver si su hijo está dentro del “promedio” de un niño normal. ¿Pero qué pasa cuando no cumplimos con el estándar? ¿Qué sucede con esos bebés a los que tal vez les toma más tiempo llegar al nivel que se considera normal? ¿Por qué tenemos que estar dentro de un parámetro? Cada ser humano es diferente y debemos aceptar y respetar esas diferencias.
A medida que crecemos ya no son sólo terceros los que nos comparan con otros, sino que nosotros mismos iniciamos a compararnos con los demás. Las comparaciones pueden llegar a ser bastante opuestas dependiendo de quién las emite. Pero en el fondo, nosotros siempre terminamos comparándonos con quiénes consideramos que son mejores que nosotros y que tienen una mejor vida. Nos lamentamos por no ser tan exitosos como nuestros pares, por no tener una casa tan grande, un carro tan bonito, o una familia tan linda como la de los demás, entre otras miles de cosas.
¿Qué ganamos con todo eso? ¡Absolutamente nada! Nuestra vida no va a cambiar por desear la que tienen otros. No vamos a ser más felices al lamentarnos por todo lo que no tenemos y desearíamos tener. Cada quién tiene sus circunstancias, sus habilidades, sus fortalezas y debilidades. A cada persona se le presentan diferentes oportunidades. No todos tenemos las mismas. Por eso cada uno de nosotros debemos hacer lo mejor que podemos con lo que se nos ha dado.
Sin embargo, de todas las comparaciones, la que más me ha llamado la atención en el último tiempo es la que hacen muchas personas acerca de nuestras situaciones difíciles en paralelo con las de otros. De verdad que no entiendo cuál es su razonamiento para creer que comparando nuestras vidas con las de personas que tienen vidas todavía más miserables… ¡ayuda!. Es casi como que se esfuerzan por hacerte sentir mal por quejarte de tus problemas cuando hay otros que tienen unos más grandes (según ellos). Minimizan lo que te pasa e invalidan tus sentimientos porque hay gente en otros extremos del plante pasándola “peor”.
¿Cómo te podés atrever a quejarte de tu trabajo, cuando hay tanta gente desempleada? ¿Cómo podés odiar tu vida, cuando hay tanta gente luchando por vivir y tanta gente que muere amando la vida? ¿Cómo tenés el valor de lamentarte por tener que caminar grandes distancias, cuándo hay tanta gente discapacitada que daría lo que fuera por tener piernas para caminar? ¿Cómo podés tener un trastorno de alimentación y “decidir no comer”, cuándo hay tanta gente en el mundo muriéndose de hambre? Me captan la idea, ¿verdad?
Pienso que cada quién ve sus problemas de acuerdo a la situación que vive en ese momento y el hecho de que otros tengan inconvenientes diferentes que se consideran “peores”, no implica que se anulen los de esas personas a las que nosotros consideramos que están bien en comparación a los demás. Creo que más bien se trata de intentar comprender la realidad por la que ellos están pasando y ser empáticos. Escuchar y ayudarle a buscar una solución a lo que quiere cambiar.
En el mundo siempre nos vamos a encontrar con personas que son “mejores” y “peores” que nosotros. Gente que tiene la vida que deseamos alcanzar y gente que no ha logrado todo lo que nosotros hemos alcanzado hasta el momento. Por lo tanto, y aunque suene a cliché, las únicas personas con las que debemos compararnos es con nosotros mismos. Intentar cada día ser mejores de lo que fuimos ayer. Usar nuestras habilidades para crecer como seres humanos y poner cada día un ladrillo en la construcción del futuro que anhelamos.
Cada individuo es único. No nos comparemos. No ganamos nada con hacer eso.