Cuando usamos un plato desechable, una vez que ya no sirve lo botamos a la basura. ¿Cuál es el objetivo de conservarlo? Sirvió para una comida y con eso cumplió su vida útil. Lo triste del caso es cuando tratamos a las personas de esa misma manera. Una vez que ya no nos sirve o no nos gusta lo que hacen, las descartamos.
¿No nos gustó un comentario de un empleado? Lo despedimos. ¿Un amigo de años que esa única vez no se portó como esperábamos? Lo quitamos de la lista de amigos y lo borramos de Facebook. Suena absurdo, pero es la realidad. ¿Un profesor que no quiso subirnos la nota? Retiramos la materia y la llevamos con otro que sea más fácil. ¿Una discusión con un familiar? Excluimos a esa persona de la familia. ¿Un terapeuta que nos confronta? No regresamos y buscamos a otro que nos diga lo que queremos escuchar.
Cada vez que alguien es diferente o nos dice algo que no nos gusta, lo hacemos a un lado. Apartamos incluso a personas que han sido sumamente importantes para nosotros durante mucho tiempo, a las que les importamos y que por esa razón se atreven a decirnos las cosas que necesitamos oír, sabiendo que esto puede hacer que nos enojemos. Somos tan ciegos que no logramos darnos cuenta de que no lo hacen por molestarnos, sino que por nuestro bien.
Otro caso son esas personas que siempre han estado ahí para nosotros, pero que nos fallan una vez, ¡y las desechamos! Somos tan crueles que no damos segundas oportunidades. Pareciera que tratamos a los demás como creemos que nosotros debemos ser tratados. Somos tan duros con nosotros mismos y nos juzgamos tan fuerte que así es como juzgamos a los demás. Pensamos que no somos dignos de segundas oportunidades y por eso no las damos.
Hoy en día el mundo nos vende todo como desechable. Lo usamos y luego lo botamos. Pero es lamentable que eso se haya traspasado a las relaciones interpersonales. Antes las personas intentaban arreglar las cosas, ahora se da menos. Sólo veamos cómo suben las tasas de divorcio. Con esto no quiero decir que debemos desgastarnos por mantener todas las relaciones, pero sí las que son importantes y sí al menos tratar de solucionarlo antes de tirar la toalla. Claro que una relación tóxica y que te hace daño hay que saber dejarla a tiempo.
Sin embargo, pienso que cambiar a una persona por otra cada vez que nos aburrimos de ella o que estamos hartos de su conducta es un error. No se cambia de amigo, pareja, hermano, papá, etc. como se cambia de camisa. ¡Es de seres humanos de los que estamos hablando! Si hacemos eso, al final nos vamos a dar cuenta de que nadie dura en nuestra vida y que la única constante somos nosotros. Si nadie sirve, si todo el mundo nos saca de nuestras casillas, si nadie vale lo suficiente como para que queramos trabajar en la relación, si todos son tontos, si todos son reemplazables, si todos son un problema, ¿quién es realmente el problema? ¿Quién es el común denominador de todas esas relaciones perdidas?
Las personas no son descartables. Las personas tienen un gran valor. Pero si nosotros no aprendemos a valorarnos (porque también nosotros somos seres humanos), no vamos a saber valorar a los demás y vamos a seguir descartándolos como objetos. Darse cuenta de que hacemos esto es fundamental, porque muchas veces ni siquiera tenemos conciencia de que lo hacemos.
Ahora, ¿qué hacer? Cuando algo no te parece de una persona, ya sea un comentario, un gesto o una conducta, se debe expresar esa molestia de una forma adecuada. Guardárselo y alejar a la persona no es una opción. ¿Sabes? Decirle a una persona todo lo que te molesta sin dañar la relación es un arte. No se trata de mandarla por un tubo y atacarla, sino de solucionar la situación.
Las personas somos la suma de nuestras cualidades y de nuestros defectos. ¡Nadie es perfecto! Esa es la principal razón por la que no podemos darle el cortón a alguien por un impulso. Cuando comiences a ver todas las cosas buenas que la gente hace por ti y todas las características positivas por las que iniciaste la relación, ¡no la vas a descartar! Vas a poder hacer un balance real de lo que te gusta y de lo que te molesta, y entonces vas a tomar una decisión pensada y madura.
No se pueden imaginar el valor que tiene trabajar en las relaciones en lugar de descartar a las personas como si no significaran nada. Ellas lo valoran. Más que tener un problema y descartar a la persona, se trata de solucionar los problemas o las cosas que no nos gustan. Intentarlo de nuevo en lugar de cambiarla por otra… que a fin de cuentas es la opción fácil. Es justo eso, el ya no buscar la salida fácil, sino tratar de esforzarse por mantener las relaciones y verles el lado bueno en vez de desecharlas por el único defecto que puedan tener.
Los invito a valorar a las personas y establecer relaciones profundas en las que existan conexiones emocionales. Si lo hacemos, vamos a pensar en los demás antes de actuar, porque sabremos que sus sentimientos y necesidades son igual de importantes que las nuestras. Valorar a los demás es una señal clara de que has aprendido a valorarte a ti mismo y que sabes que ni tú ni nadie son personas descartables.