Vivimos en un mundo en el que escuchar hablar sobre guerras se ha convertido en algo del día a día. Ya ni siquiera nos asustamos al respecto, sino que simplemente preguntamos: “¿y hoy a dónde es?”. Se ha perdido esa sensibilidad que todos deberíamos tener ante las desgracias de la humanidad y no nos inmutamos. Nos hemos vuelto indiferentes ante el dolor que nos rodea.
Se dan guerras por diferencia de religiones, ideales, costumbres, etc. Hay guerras de poder, porque nadie quiere someterse y todos quieren mandar. También tenemos las guerras por posesión de tierras, donde se quiere abarcar más territorio del que ya se tiene.
A pesar de todo esto, muchos “queremos paz”, aunque por momentos pareciera que es del diente al labio. Queremos paz, pero hacemos la guerra. Queremos paz, pero insultamos a quien no piensa como nosotros. Queremos paz, pero criticamos a quienes no profesan nuestra misma religión. Queremos paz, pero no respetamos las costumbres de los demás. Queremos paz, pero estamos dispuestos a hacer lo que sea con tal de que se haga lo que deseamos. Queremos paz, pero envidiamos lo que tienen los demás.
En Miss Simpatía ridiculizan tanto el deseo de paz que todas las Misses dentro del concurso de belleza tenían que decir dentro de su discurso “Queremos la paz mundial”.
No podemos sentarnos en nuestra casa y decir que son nuestros gobernantes, líderes religiosos y demás personas con cargos influyentes los que deben hacer algo para cambiar al mundo y que haya paz. ¿Por qué? Porque los cambios no se dan por arte de magia y la paz depende de cada uno de nosotros.
Todos tenemos un círculo de influencia sobre el cuál podemos trabajar. No tenemos que pensar que para contribuir debemos acabar con el terrorismo en el Medio Oriente. ¡No! Tú puedes contribuir ayudando a que tu hogar sea un lugar donde exista paz y armonía entre sus miembros.
Como bien saben los cambios empiezan por uno mismo. Por lo tanto, la paz empieza en nuestro interior. Y esa paz interior comienza cuando decidimos que no vamos a permitir que nada ni nadie controle nuestro estado de ánimo. Cuando aprendemos a amarnos y a aceptarnos como somos. Cuando cuidamos de nosotros mismos.
Si no estamos en paz con nosotros mismos, no podremos estar en paz con quiénes nos rodean. ¿Cómo se puede estar en paz con los demás, si mantenemos un conflicto interno que no nos deja ni respirar, si nos hacemos daño a nosotros mismos? Muchas veces nos afanamos tanto por cambiar a los que están a nuestro alrededor, que no vemos que a los primeros que debemos ayudar a cambiar es a nosotros mismos.
Si fuéramos una isla, con resolver nuestros conflictos internos sería suficiente. Pero vivimos en sociedad, por lo tanto es fundamental que aprendamos a convivir con los seres que tenemos a nuestro lado. Para ello es sumamente importante cultivar la tolerancia, el respeto, la comprensión, la empatía. Debemos ser capaces de entender que todos somos diferentes y así como tú mereces respeto por ser cómo eres, los demás también.
Una vez que empieces a cambiar tú, las personas a tu alrededor verán ese cambio y poco a poco también irán cambiando. Cuando ellas cambien, las personas de su círculo de influencia también lo harán y vas a haber desencadenado una onda de cambio que no te imaginas el alcance que puede llegar a tener. Es así como cada uno de nosotros puede ayudar a alcanzar la paz.
En nuestro país estamos en época de elecciones. La forma de cultivar la paz es respetar la ideología de cada salvadoreño. Está bien si no estás de acuerdo, pero no debes insultar ni agredir a quien piensa distinto a ti. La diferencia de pensamiento no debe ser un impedimento para trabajar en pro de un bien mayor.
Estoy segura de que independientemente del partido político al que apoyes, no quieres que hayan maras, extorsiones, asesinatos, secuestros, etc. Todos queremos un El Salvador en el que haya paz, donde los niños puedan ir al colegio sin temor, donde podamos salir a las calles sin miedo y trabajar tranquilamente.
¡Seamos todos embajadores de la paz!