It's never too late to be what you might have been!
It's never too late to be what you might have been

Ahora se ha vuelto indispensable responder en el instante. ¿Por qué? No lo sé. Yo misma trato de no suspender las actividades que estoy haciendo porque me hizo PING el celular. ¡Y me cuesta! Ver esa lucita roja parpadeando no me deja tranquila hasta que veo quién o qué es. El extremo es no poderte dar una ducha tranquilamente, porque estás pendiente del teléfono y si suena, tomas llamadas en la ducha. Sé de mucha gente que lo hace y aquí entre nos, yo lo he hecho más de 1 vez si estoy esperando una llamada que según yo es importante y no puede esperar.

El problema que veo es que si bien la tecnología nos mantiene al tanto de lo que cada uno está haciendo y en constante comunicación, el calor humano se ha perdido. La conexión emocional que antes se establecía con las personas ya no se da. No nos vemos a los ojos por estar viendo una pantalla. Surgen nuevos problemas, porque como me dice siempre alguien, en el chat cada quién le pone el tono que quiere a las palabras y por eso se dan muchas interpretaciones erróneas y malos entendidos. Claro, porque no escuchamos cómo lo está diciendo la persona ni vemos su expresión en el rostro… y eso es parte fundamental en una buena comunicación.

Por otro lado, con una pantalla de por medio nos atrevemos a decir cualquier cosa. Como bien dice el dicho: “El papel todo lo aguanta”… y yo le añadiría que el e-mail y el chat también. Decimos cosas impulsivamente y nos dejamos llevar. Nos sentimos seguros y confiados de que no importa lo que digamos, porque si al otro no le gusta simplemente no seguimos respondiendo o lo bloqueamos. En fin, no tenemos que enfrentar a la persona, porque no la tenemos enfrente.

Manejamos relaciones más superficiales y las reemplazamos unas por otras cada cierto tiempo. Podemos conocer a personas de todo el mundo y hablar del sol, la luna y las estrellas, pero ya sin establecer relaciones sustanciales y que nos llenen. Las relaciones a distancia se han vuelto más comunes y muchas no pasan de ser cibernéticas, porque nunca se llegan a ver las dos personas. Se dicen que se gustan, se hablan por un tiempo, pero luego se aburren. Nunca acuerdan un viaje para verse y viviendo cada quién en su mundo es bastante difícil que funcione.

Me sorprende ver la diferencia que se ha dado en menos de 10 años. Cuando yo iba a la escuela nadie andaba con celular, empezaron a salir cuando estaba en bachillerato más o menos. Durante las clases nos pasábamos papelitos para hablar con mis amigas y era divertido correr el riesgo de que el profesor no lo fuera a interceptar. Ahora me impresiona ver a mis primos publicando en redes sociales que la clase está aburrida. En mi época, en los recreos nos dedicábamos a platicar, cantar las canciones de moda, jugar hule, etc. Hoy los niños oyen música con sus mp3 en la escuela o publican fotos desde sus smartphones. Ya ni siquiera los niños están fuera del impacto de la tecnología y ya no comparten con sus amiguitos.

Creo que la tecnología es buena, pero como todo, sí se le da el uso correcto y no se cruzan ciertos límites. Y actualmente pienso que nos enfrentamos a una nueva adicción y ninguna adicción por muy “inofensiva” que parezca es buena. Toda adicción nos aísla, alejándonos de las personas y de nuestra realidad.

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