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Ocuparse y No Pre-Ocuparse

A ver, ¿quién de ustedes no se ha preocupado nunca? Nadie, ¿verdad? Todos nos preocupamos en más de una ocasión. Algunos más que otros. Pero en todos los casos esa preocupación nos quita la paz y nos angustia en mayor o menor grado. A todos nos sucede, pequeños o grandes. Sí, ¡hasta los niños se preocupan! Ellos ven que nosotros lo hacemos y se los transmitimos.

Yo me acuerdo que en la escuela me preocupaba muchísimo cuando copiábamos demasiado en las clases, porque sabía que TODO ESO iba a tener que estudiar para el examen. Lo más chistoso es que muchas veces quitaban algunos temas, pero yo ya había gastado mi energía preocupándome por algo que no sucedió.

Otras veces es algo más delicado como que vas a donde el doctor y te ve una mancha fuera de lo común y como les encanta mandar a hacer biopsias, ¡te pegan el gran susto! Pasas preocupado imaginándote el peor escenario, pensando que te va a dar cáncer y que puede ser un melanoma, llegan los resultados y era una simple mancha. Pero tú y todos tus seres queridos pasaron preocupadísimos anticipándose a los hechos.

“Pre” significa “antes de”. Las personas solemos “pre-ocuparnos”, en lugar de “ocuparnos”. Esto quiere decir que nos adelantamos a un problema que no ha sucedido y ni siquiera sabemos si va a suceder. No sé si eres adivino, vidente, psíquico o algo por el estilo, pero de lo contrario, no puedes saber qué va a ocurrir en el futuro. En caso de que sea evidente lo que va a pasar, ¿qué ganas con pre-ocuparte?

Hay un proverbio chino que dice: “Si un problema tiene solución, no hace falta preocuparse. Si no tiene solución, preocuparse no sirve de nada”.

Vas con tiempo a tu reunión súper importante, pero en el camino te encuentras con un gran tráfico y los carros van a vuelta de rueda. ¡Estrés total! El tiempo avanza, pero tú no. Empiezas a pensar que tu cita no te va a esperar, que se va a enojar, que va a pensar que eres un impuntual, que no te va a comprender. ¡Te desesperas todavía más! El ritmo cardíaco se te acelera, agarras el timón con todas tus fuerzas, comienzas a gritar dentro del vehículo, pitas, aprietas los dientes… Pero oh sorpresa, ¡los carros no se mueven! Te angustias y pierdes el control por pre-ocuparte y la situación no cambia en absoluto.

A mí me ha pasado eso y en ocasiones llego a tiempo a mi cita, así que me pre-ocupé por gusto. En otros casos la persona con la que me iba a reunir llega todavía más tarde, porque también estaba en el tráfico, así que también me pre-ocupé por gusto. Y cuando llego tarde y doy una disculpa, las personas normalmente entienden y no pasa nada, así que igualmente me pre-ocupé por gusto.

¿Saben qué es lo que se debe hacer en esa situación? ¡Ocuparse! Llamar a la persona y decirle que es posible que tengas un retraso, porque estás atascado en el tráfico. Una vez que hiciste la llamada y tuviste la cortesía de avisar a quien te espera, te vas a sentir tranquilo y vas a llegar relajado a tu cita.

Por otro lado, cuando nos pre-ocupamos no pensamos claramente. Estamos tan ofuscados y angustiados que tomamos decisiones precipitadas e impulsivas que muchas veces generan un problema más grande del que pensábamos que iba a ocurrir. Siguiendo con el ejemplo de ir tarde, pasas el tramo que estaba congestionado, te ves con la vía libre y decides acelerar al máximo para ver si así llegas a tiempo. Es un error, porque te corres el riesgo de que te pare la policía y te ponga una multa o en el peor de los casos causar un accidente y no llegar a tu cita ni siquiera tarde. Por eso es súper importante tomar las decisiones con la cabeza fría.

Otro de los síntomas de pre-ocuparse es el insomnio. ¿Qué ganas con pasar despierto toda la noche dándole vueltas a tu disco mental? ¡Lo vas a rayar! ¿Resolviste el problema? ¡No! Sólo conseguiste desperdiciar una gran cantidad de energía y cansarte. ¡Sí, cansa! Es sumamente desgastante estar despierto toda la noche y encima pre-ocupado. Puedes incluso llegar a enfermarte, porque el cuerpo somatiza el estrés y las pre-ocupaciones.

Como decía Ernest Hemingway: “Si algo está mal, arréglalo si puedes, pero entrénate a ti mismo para no preocuparte. Preocuparse nunca ha arreglado nada”.

Entonces si viene largo el examen, comienza a estudiar con anticipación. Una vez que ya entregaste la papeleta, ¿de qué te sirve pre-ocuparte? La nota no va a ser mayor para el que se pre-ocupa más. ¿Tu hijo va mal en la escuela? Pre-ocuparte no va a hacer que mejore, pero hablar con él y encontrar la causa de por qué no está rindiendo lo que debería sí, porque van a poder darle una solución.

Alguien me decía por ahí que el 80% de las cosas por las que nos pre-ocupamos nunca llegan a suceder. Si se ponen a hacer un recuento de las veces que se han pre-ocupado por algo, se van a dar cuenta de que es cierto. ¡Nos encanta preocuparnos por gusto!

De todas las cosas que se pueden hacer para no pre-ocuparnos y estar en paz, la que yo he descubierto que es más efectiva es confiar en Dios. La fé es creer en algo que no puedes ver. Confiar en Él es la muestra más grande de fé. Cuando no sepas cómo resolver un problema, entrégaselo a Dios. Él siempre tiene la respuesta correcta. Es el Único que puede arreglar las cosas que nadie más puede y siempre hace lo mejor para nosotros.

Los invito a que empiecen a ocuparse en lugar de pre-ocuparse y se van a dar cuenta de cómo el estrés y angustia en su vida disminuye radicalmente.

“Un hombre que sufre antes de lo necesario, sufre más de lo necesario”, Séneca.

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