La vida es un ciclo: nacemos, crecemos, llegamos a nuestra plenitud y luego envejecemos y morimos. Es algo inevitable.
Estos días he estado pensando mucho en eso ya que mis abuelitos están llegando a una edad bastante avanzada y han comenzado a requerir de muchos cuidados de parte de mis papás y mis tíos.
Cuando nacemos, somos completamente dependientes de nuestros padres. No podemos alimentarnos por nuestros propios medios, ellos deben hacerlo. Necesitamos que nos cambien los pañales, que nos bañen, que nos vistan, que nos den medicinas cuando estamos enfermos, que nos lleven al doctor, que nos acuesten a dormir, etc. Al aprender a caminar, nos toman de la mano para que no perdamos el equilibrio y nos caigamos. En fin, están pendientes de nosotros y de darnos todos los cuidados que demandamos. De lo contrario, moriríamos.
Poco a poco vamos creciendo y ya no queremos que nos den comida en la boca, nosotros queremos agarrar la cuchara. Hacemos un desastre en la mesa, pero nuestros papás nos dejan que exploremos para que aprendamos. Ya no sólo caminamos, sino que corremos. Nos damos un par de caídas, pero ellos están ahí para levantarnos y curar el sinfín de raspones que nos hacemos. Iniciamos el colegio y comenzamos a pasar más tiempo con nuestros amigos y en nuestro mundo. Nos vamos soltando…
En un abrir y cerrar de ojos, ese bebé indefenso se convirtió en una mujer o un hombre completamente capaz de valerse por sí mismo. Un adulto independiente en todo sentido, listo para formar su propia familia. Ahora de él dependerán sus hijos y asumirá el rol que antes tuvieran sus padres.
En esa etapa en la que alcanza la plenitud de su vida, esa persona ha adquirido todas las competencias necesarias para cumplir sus sueños y ser todo lo que siempre anheló. Es cuando su potencial está al máximo para ser explotado. Se desarrolla en su trabajo, busca realizarse como ser humano y trabajar por el bienestar de su familia.
Luego inevitablemente llega la vejez y volvemos al punto de partida. Ya no podemos valernos por nosotros mismos. Necesitamos cuidados igual que cuando éramos bebés. Lo complicado es que muchas veces cuesta pedir ayuda, porque no queremos molestar, porque nos da vergüenza sentirnos “inútiles”. ¡Nada más erróneo! Es simple y sencillamente el ciclo de la vida. Pedir ayuda no es signo de debilidad.
Yo he visto a mis abuelitos ser fuertes. En especial mis 2 abuelitas son unas mujeres ejemplares, trabajadoras, que han sacado adelante a sus hijos y han hecho todo por darles lo mejor. La mamá de mi Mami incluso nos cuidó a mis hermanos y a mí y siempre estuvo dispuesta a ayudar.
En el caso de mi abuelita por parte de Papá es admirable. Ella enviudó súper joven, a sus 50 años, quedando con 5 hijos, unos en la universidad y otros aún en el colegio. Además, una empresa que iniciaba y que sacó adelante con el apoyo de mi Papi hasta la fecha. Lo más impresionante es que a sus 80 años sigue al frente de la empresa junto a mi Papi, siendo ella la Gerente General y asumiendo sus funciones. Una mujer de 80 años que ha liderado una empresa por más de 35 años. Que aunque esté incapacitada, trabaja desde su cama. Ese es el ejemplo de fortaleza que he tenido.
Ahora los 3 necesitan de cuidados. Con los papás de mi Mami, he visto como ella está pendiente, los acompaña a las citas con el doctor y no deja de llamarlos y visitarlos para asegurarse de que estén bien.
Como ya muchos saben, ayer operaron a mi abuelita, la mamá de mi Papi. Realmente ha sido duro para todos, porque siempre ha sido una mujer súper fuerte, que ha velado por el bienestar de todos y que nos ha dado ánimos cuando hemos estado mal. ¡Ha sido una roca! Pero en estos momentos, ha necesitado del amor y cuidado de sus hijos y nietos. Ver cómo sus hijos y nueras han estado pendientes de ella ha sido increíble.
Ese es el ejemplo que yo he tenido, unos papás que ahora que mis abuelitos han llegado a ese ciclo en el que requieren que ellos los cuiden como un día los cuidaron a ellos, ¡lo han hecho! Así es como deberían de ser todos los hijos. No concibo que hayan ancianitos en asilos, abandonados al cuidado de extraños. Es igual de inconcebible que ver niños abandonados en orfanatos.
Yo le decía a mi Papi que un hijo que ve la forma en la que sus padres han cuidado de sus abuelos es la mejor guía de cómo después ellos van a cuidar a sus padres. A lo que él me respondía con una pregunta: “¿Será que es una garantía?” Lamentablemente no. Yo no le puedo asegurar que todos los hijos que vean el buen ejemplo de sus padres lo van a seguir. De lo que sí estoy convencida es de que eso influye tremendamente y las probabilidades de que lo hagan son bastantes grandes.
Al menos yo les puedo asegurar que van a contar conmigo siempre y que así como ellos han cuidado de mí cuando los he necesitado, yo voy a cuidar de ellos cuando me necesiten. Ese es el modelo que quiero que repitan después mis hijos.
Y ustedes, ¿cómo quieren ser tratados en su vejez?