Cuando era una niña no me gustaba que llegara la Semana Santa y menos el Viernes Santo, porque tenía que ayunar. No entendía por qué ese día era cuando más hambre y antojos me daban. Pero también recuerdo que mis papás siempre nos dijeron a mis hermanos y a mí que más que no comer carne ese día o comer menos, el verdadero ayuno era no hacer lo que nosotros queríamos, sino que aprender a controlarnos.
Isaías 58:6-7 “El ayuno que a mí me agrada consiste en esto: en que rompas las cadenas de la injusticia y desates los nudos que aprietan el yugo; en que dejes libres a los oprimidos y acabes, en fin, con toda tiranía; en que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al pobre sin techo; en que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer a tus semejantes”.
Muchas personas hacen ayuno de comida, pero se comen al prójimo. ¿Cómo puede esto agradarle a Dios? Dios ve nuestras buenas acciones y el trato que les damos a los demás. Él no escucha oraciones de corazones llenos de odio y rencor.
Por eso es que el verdadero ayuno es renunciar a aquellas cosas y conductas que más nos cuestan, que nos atan y no nos dejan ser libres. Controlar nuestros deseos y hacer lo que es correcto aunque para ello tengamos que hacer un gran esfuerzo.
¿Te gusta hablar de los demás? Ayuna las calumnias, los insultos y los chismes. Haz el propósito de no juzgar a nadie, porque el único que puede hacerlo es Dios. Por el contrario, no sólo deja de hacer lo que estaba mal, sino que haz algo bueno. Habla bien de las personas y que sólo salgan palabras de amor hacia todos los que te rodean.
No sólo se trata de no darse el gusto en esa semana y guardar lo que no gastaste para usarlo después. Renunciar a algo no significa posponerlo para más tarde. Si vas a renunciar a darte una gran comida, no guardes el dinero para dártela para cuando termine Semana Santa. Sino que con ese dinero puedes comprar comida para alimentar a alguien que esté hambriento.
¿Vas a ayunar ir al cine o a la playa? Entonces no te quedes en tu casa matando el tiempo, sino que ve a un orfanato, a un asilo o a un hospital a visitar a aquellas personas que están solas y para las que unos minutos de tu tiempo van a significar muchísimo y les va a levantar el espíritu.
La semana pasada alguien me compartió una iniciativa que tuvo y que hoy la quiere convertir en un proyecto. Fue su cumpleaños y les dijo a todos sus amigos y familiares que en lugar de invitarlo a comer, hacerle una fiesta, comprarle regalos, etc., todo lo que iban a gastar en él, lo donaran a una institución que lo necesitara. ¿Se imaginan? El cumpleaños es una fecha súper especial para una persona y él decidió compartirlo con personas que lo necesitaban más. Ese es el tipo de acción que hace que Dios se alegre. Renunciamos a nosotros mismos para darles a los demás. Y en este caso, no solamente dio él, sino que hizo que muchas otras personas se unieran a esta bonita causa. Fue luz para sus seres queridos. Eso es lo que falta en este mundo, personas que brillen en la oscuridad.
¿Qué mejor ejemplo podemos tener que el de Jesús? Jesús no renunció a una comida, Él renuncio a su propia vida. Murió por todos nosotros para salvarnos de nuestros pecados.
En esta Semana Santa pensemos cuáles son los sacrificios agradables a Dios, cuáles son las cadenas que debemos romper y renunciemos a eso. Experimentemos esa realidad de que hay mucha más alegría en dar que en recibir. Y más que cosas materiales, lo que de verdad cuenta es dar nuestro tiempo, amor y perdón.