Hay personas que piensan que el sol existe para alumbrarlas a ellas. Son esas personas con el ego más grande que ellas y que piensan que todo el universo gira a su alrededor. ¿Identifican a alguien así?
Son el tipo de gente que espera que todos estén pendientes de ella, que al llegar a un lugar todo se detenga y el mundo entero pare a contemplarla, que en una comida le sirvan primero a ella, que en un evento le tengan reservado su lugar en primera fila, que al verla de pie, todos se levanten para ofrecerle su asiento, etc. ¿Me captan la idea, verdad?
Ser así pareciera atractivo para algunos, porque en ciertos casos obtienen lo que quieren. Sin embargo, quienes los atienden y están al servicio de todos sus caprichos, llegan a cansarse. Ya no se les complace con agrado y por verlas felices, sino a la fuerza y por evitar problemas con ellas. Quienes deben estar en contacto con estos sujetos, mantienen relaciones cordiales, pero por atrás no los soportan.
Resulta desgastante someterse a malos tratos por parte de personas egoístas y malcriadas, que nunca han madurado y pretenden que el planeta se arrodille a sus pies. Si alguien está enojado, creen que es por ellas. Si alguien está feliz, creen que es obra de ellas. Si alguien está triste, no quieren que las haga pasar un mal rato. Todo es yo, yo y yo. No se dan cuenta de que la gente tiene más ocupaciones y una vida que atender. Que su estado de ánimo nada tiene que ver con ellas.
A pesar de todo eso, más que enojarse con esta clase de individuo, debemos compadecernos, porque por alguna razón, ajena a nuestro conocimiento, no han logrado madurar y salir de sí mismos. Pensaríamos que son felices haciendo lo que quieren y obligando a quienes les rodean a hacer su voluntad, pero lo cierto es que son sujetos infelices, que no tienen relaciones significativas, que se sienten solos y que por más que reciban, nunca van a estar satisfechos. No se han dado cuenta de que la felicidad está en dar y no en recibir. Tampoco saben agradecer lo que se hace por ellos.
Para contrarrestar a estas personas están aquellas que son un sol, que atraen a los demás por la energía positiva que irradian. Les ves la cara y se les ve llenas de vida, tienen una sonrisa enorme en sus labios, los ojos les brillan y hasta las mejillas se les ven rosadas. ¡Es cierto! Las saludas y te dicen que están bien, tienen una palabra de aliento para ti, te dan un abrazo sincero y con sólo estar cerca de ellas ya te sientes mejor.
¿Saben cuál es el secreto? Las personas que son sol tienen luz propia. No están esperando que nada ni nadie las haga brillar. No esperan que factores externos las hagan ver bien, sino que ellas se preocupan por hacer ver bien a los demás. Son individuos que han cultivado tanto su paz interior que sólo pueden dar amor a quienes les rodean. No buscan que les sirvan, sino servir. No esperan que les sedan un asiento, sino que lo seden ellos primero. No pretenden conseguir los primeros puestos, sino quedarse de últimos para ver que el resto esté bien.
Quienes son un sol, son personas que mueren a su orgullo, a su ego, a su vanidad y a su prepotencia para ser humildes. Han descubierto que su felicidad está en ver felices a otros. Entienden que cada quien es responsable de su propia de felicidad, pero hacen lo que está en sus manos por ayudar a que aquellos que no la han encontrado, la encuentren.
La gente que es un sol es gente feliz, que se ha encontrado a sí misma y está segura de quién es. Se ama, se acepta y se respeta y por eso es capaz de amar, aceptar y respetar a los demás. A veces nos cuesta creer que no podemos dar lo que no tenemos, pero es la realidad.
Yo durante muchos años fui la niña ególatra y malcriada que hacia berrinche si no se hacía lo que yo quería. ¿Les digo algo? Fui sumamente infeliz durante todos esos años. Me frustraba al no conseguir lo que quería, me angustiaba si alguien estaba enojado, porque pensaba que era conmigo, sabía que las personas sólo hacían las cosas para que yo ya no las molestara.
¿Soy perfecta hoy? Ni por cerca… Todavía me descubro con actitudes que no me gustan, pero lo importante es que ahora soy consciente de ellas y puedo tomar acciones para cambiarlas. Lo más importante es que me doy cuenta de que cuando estoy pensando sólo en mí y soy egoísta, me siento mal, porque me enojo, me frustro y sé que no estoy actuando como debería. En cambio, cuando estoy pendiente de qué necesitan otras personas y soy servicial, me siento feliz y satisfecha de estar haciéndole bien a otros.
Lo que sí les puedo decir es que al empezar a preocuparme por lo demás, como siempre me aconsejó mi Papi, descubrí la felicidad que se encuentra en alegrar a otros y en servirles. Ver cómo le puedes cambiar la expresión a una persona que está triste, dándole tu mejor sonrisa, una palabra de aliento, un abrazo reconfortante y transmitirles un poco de la energía positiva que tienes… ¡no tiene precio!
Todos tenemos luz propia. Depende de cada uno dejarla brillar y no seguir drenando la de los demás. Para nadie es secreto que el sol ilumina más que la luna. ¿Qué quieres ser tú?