En las últimas semanas me he dado cuenta de lo importante que es vivir de una forma consciente, poniendo atención a nuestros pensamientos y a lo que hacemos. He ido aprendiendo los beneficios de meditar y de callar nuestra mente. Era algo que me parecía imposible, pero se puede lograr. No son conceptos que escuchamos en nuestro diario vivir y que poco se practican en nuestra sociedad, sin embargo en la formación para ser terapeuta transpersonal me lo han ido enseñando.
Vivimos en un mundo en el que ser “multitasking” se considera una gran cualidad y todos andamos corriendo y sin tiempo siempre. Sentimos que no podemos perderlo sin hacer algo, mucho menos sin pensar. No nos detenemos ni un minuto para dedicarnos un momento para estar tranquilos.
Todo lo hacemos a la carrera. Comemos súper rápido, en ocasiones frente a la computadora mientras trabajamos, sin parar a disfrutar de los alimentos y saborearlos. ¿Cómo podemos esperar hacer una buena digestión así? Después no nos sorprendamos de la colitis, indigestión, etc. Estamos haciendo una tarea y a la vez estamos pensando en que debemos terminarla lo más pronto posible para pasar a la siguiente. ¡No ponemos atención!
¿Qué es la atención plena? La atención plena o “mindfulness” es la forma de aplicar la meditación a la vida diaria. Proviene de las tradiciones budistas orientales, y consiste en ser consciente de cada instante, prestar atención y tener control de nuestra vida. Lo fundamental es “saber lo que hacemos mientras lo hacemos”.
No es raro escuchar que las personas se sienten estresadas, angustiadas, preocupadas, cansadas e incluso con dolores musculares. Todo eso se puede superar si ponemos atención al momento presente y a lo que nos dice nuestro cuerpo, si logramos callar nuestra mente por unos minutos al día y nos detenemos a analizar lo que estamos sintiendo y cada uno de nuestros pensamientos.
Los principales beneficios de la atención plena son tener una mejor salud y calidad de vida, poder estar relajados, calmados y en paz. Es importante aprender a escuchar nuestro cuerpo y ver en nuestro interior, ya que esto nos permite aprender a conocernos y a comprendernos, lo que a su vez nos ayuda a controlar nuestras reacciones y a no hacerlo por un impulso o instinto. Dejamos a un lado el “piloto automático” y tomamos nuevamente el control.
Es impresionante cómo nos pueden afectar físicamente y en nuestra salud las emociones si no tenemos la capacidad de manejarlas. El estrés es un generador de muchas enfermedades, inclusive cáncer. Las defensas se bajan y nuestro organismo queda desprotegido. Hay personas a las que una discusión muy fuerte o alterarse les puede provocar un ataque cardíaco. Emociones muy intensas nos pueden hacer tener visión borrosa, un bajón de presión y muchas cosas más.
La vida es un constante cambio, hay altos y bajos, períodos buenos y otros de crisis. La atención plena nos entrena para no dejarnos arrastrar por la tormenta y a no hundirnos cuando ocurran situaciones difíciles, sino poder enfrentarlas de la mejor manera. Si tomamos decisiones bajo el estrés, la ira, la frustración o el miedo, podemos estar seguros de que éstas van a ser malas y muy probablemente vamos a actuar de formas autodestructivas o que pueden dañar a los demás.
Si cultivamos la atención plena, en lugar de malgastar nuestra energía, la vamos a poder enfocar para calmarnos lo suficiente durante las crisis y relajarnos. Con una mente y cuerpo serenos es muchísimo más fácil ver claramente el escenario o amenaza a la que nos enfrentamos para actuar de la mejor forma. Vamos a poder ver los hechos en perspectiva y vamos a aprender a vivir en este mundo de cambios, en lugar de hacer un drama por todo. ¿Saben qué es lo bueno? Que como toda esa energía está en nuestro interior, siempre está disponible y podemos controlarla.
Si prestan atención a su mente, se van a dar cuenta de que desperdiciamos una cantidad exagerada de tiempo y energía pensando en el pasado, torturándonos por las cosas que ya sucedieron y que nada podemos hacer para que cambien, porque los “hubiera” no existen, recordando momentos o personas que ya pasaron y que no van a volver y añorando épocas en las que fuimos felices. Además, nos la pasamos soñando despiertos, imaginando lo que puede suceder en el futuro, lo que desearíamos, cómo quisiéramos que fuera nuestra vida, planeando con muchísima anticipación y preocupándonos por cosas que tal vez ni siquiera ocurran.
No hay que cruzar el puente antes de llegar al río. Hacer todo eso es desgastante. Las personas terminan agotadas emocionalmente. ¿Y para qué? ¡Para nada! No cambiamos absolutamente nada con lamentarnos del pasado o fantasear con el futuro. En lugar de hacer eso, concentrémonos en el presente que estamos viviendo. Disfrutemos del hoy. Como dice Jesús: “Cada día tiene su propio afán”.
Otro beneficio de la atención plena que me parece esencial es no seguir en “piloto automático” y darnos cuenta de lo que estamos haciendo mientras lo estamos haciendo. A muchos nos pasa que vamos manejando y ni siquiera recordamos cómo llegamos de un punto a otro, porque mientras lo hacemos vamos pensando en mil cosas y no nos concentramos en el camino. A veces alcanzamos a ver que ya nos vamos a pasar y frenamos o cruzamos de un solo y podemos causar un accidente. Eso nos hace pensar todavía en lo importante que es la atención plena para cada detalle de la vida.
Los invito a que se tomen 3 minutos y se queden en silencio observando cada uno de sus pensamientos. Se van a dar cuenta de cómo uno sustituye a otro en cuestión de segundos. Intenten durante la semana practicar la atención plena en cada tarea que hagan. Si están leyendo, ¡lean! A mí me pasa que tengo que leer como 3 veces un mismo párrafo, porque se me meten otras ideas y empiezo a divagar y no pongo atención a lo que leo. Si van a lavarse los dientes, enfóquense en eso y háganlo tranquilos, no a la carrera pensando en lo que tienen que hacer después. ¡Dejen de correr y disfruten de cada instante!
Como bien dice esta frase: “El pasado, ya pasó; el futuro, es un misterio; pero el hoy es un regalo, por eso se le llama PRESENTE”.
Algunos se preguntarán si será posible alcanzar la atención plena. ¡Por supuesto! Todos podemos hacerlo. Sólo demos cultivar nuestra capacidad de prestar atención al momento presente. Esto se logra poco a poco con la práctica.