It's never too late to be what you might have been!
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137. Enfrentar COVID con un Trastorno Obsesivo Compulsivo

Esta semana compartí un post en mis redes sociales, que no imaginé que tendría la respuesta que tuvo. A raíz de los comentarios que me hicieron, considero que vale la pena convertirlo en una entrada del blog para que más personas puedan leerlo.

Hace 2 días por primera vez desde que empezó la pandemia, salí de mi casa a comer y al regresar no me lavé el pelo. Para muchos será una tontería el siquiera contarlo, pero para mí es un logro. Sí me bañé, pero no me lavé el pelo. Baby Steps. 

Cada uno hemos enfrentado COVID de diferentes maneras. Para los que tenemos Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC/OCD) es aún más difícil, sobre todo si somos clean freaks. Nuestras fobias, miedos y luchas nos han hecho más duro enfrentar al virus y cada paso que damos para ir volviendo a la “normalidad”merece celebrarse. Al menos yo así lo creo.

Siempre he sido obsesiva con la limpieza y la pandemia sólo ha intensificado mis síntomas. Únicamente alguien que padece TOC/OCD sabe lo difícil que es luchar contra la compulsión que nos hace sentir más seguros. Yo he ido avanzando poco a poco.

Ya les había contado en la entrada de Noveno Aniversario mi experiencia inicial con la pandemia. Mis papás quedaron varados. Yo me quedé sola con mi abuelita. Era una incertidumbre total y estaba completamente aterrada. Pero cuando escribí ese artículo únicamente habían pasado 7 meses desde que COVID impactó a El Salvador. En ese entonces mis papás se cuidaban bastante, tomaban en serio las medidas de bioseguridad y el no salir; mis hermanos que viven fuera no habían venido de visita; la empleada no salía de la casa, etc. De una forma u otra, yo sentía que tenía la situación bajo control en mi casa y prácticamente nos manteníamos en una burbuja.

Sin embargo, a medida que fue pasando el tiempo, la mayoría de las personas comenzaron a volver a la normalidad. Pero yo estaba aterrada de que les pudiera pasar algo a mis papás. Les rogaba que no salieran, porque me daban ataques de pánico cuando veía que hacían algo que los podía poner en riesgo. Me estresaba horrible desde que sabía que mis hermanos iban a venir, porque donde viven no se cuidan y sabía que iban a venir a la casa a hacer lo mismo, cuando mis papás son personas de riesgo y mi abuelita también. Sus visitas implicaban tener gente de fuera quebrantando el “equilibrio” que había en la casa, rompiendo las reglas que todos los demás seguíamos. Sufría como no se pueden imaginar.

En ese punto (julio de 2021) fue que ya la situación con mis papás se salió de las manos, porque como sea, ellos también son sus hijos y querían verlos y estar con ellos. Venían por 15-30 días y no querían desperdiciar ese tiempo alejados, porque tenían que aislarse unos días para ver que no se hubieran contagiado en el vuelo. Pero el tema era que luego, ellos salían con sus amigos, andaban de fiesta, etc., y después querían estar con mis papás como si nada. A mí me escapaba a dar un infarto. Me parecía y me sigue pareciendo ser extremadamente inconscientes y no pensar en los demás. Mi posición es, si quieren salir y exponerse, que lo hagan, pero no que pongan en riesgo a otros.

Después mi Mami se fue de viaje a ver a uno de mis hermanos y ahí sí ya la cosa cambió aún más, porque en Europa ni mascarilla usan, menos van a estar desinfectando lo que viene del supermercado o bañándose. Ya cuando ella regresó eso lo dejaron de hacer ella y mi Papi. Salían y no se bañaban al regresar de la calle, sino que más tarde o antes de dormir. Yo sufría con eso. ¿Pero qué podía hacer más que rogarles que por favor se cuidaran y se bañaran? Jajaja, parece chiste, pero la verdad es que no había nada que yo pudiera hacer.

Mi salud mental iba en detrimento, porque yo vivía al borde del colapso nervioso, siempre ansiosa, angustiada, con miedo, estresada, sintiendo impotencia por no poder controlar lo que sucedía a mi alrededor. Hasta que en enero de este año uno de mis hermanos dio positivo luego de haber estado cenando con mis papás y conmigo el 31 de diciembre. Por más que le dije a mi Papi que si se sentía mal, no comiera con nosotros, por ser 31, él insistió. Cuando a los 2 días dio positivo, yo perdí el control. Estaba furiosa de que tanto mi hermano como mi Papi nos hubieran expuesto a todos. Fue un momento espantoso. Mi reacción hizo que dinamitara todas las relaciones con los miembros de mi familia. Y al final, nadie más se infectó. Sí hubo un riesgo y extremadamente grande, pero gracias a Dios no pasó nada. Perdí la cabeza y exploté antes de tener el resultado de todos los demás.

A partir de ahí, todo cambió. En primer lugar, porque mi hermano en teoría sigue inmune, entonces me doy terapia yo solita de que no es problema que salga, porque en principio no podría contagiarse y por ende tampoco contagiarnos. Pero lo más importante fue algo que me dijo una persona, y es que mis papás ya son adultos y ellos son responsables de sus vidas y tienen el derecho a decidir qué riesgos están dispuestos a tomar. Y la casa, pues igual, es de mis papás y si mi Papi quería pasar el 31 con todos sus hijos, yo no podía decirle que no. Más bien, yo me tengo que alejar para cuidarme. Pero no puedo seguir sufriendo, porque los otros se arriesgan.

Por lo tanto, 2 años después de que empezara este infierno de pandemia, uno de los pasos más grandes que he dado fue dejar a mis papás ser más libres, no exigiéndoles que hagan lo que yo considero que debe hacerse para estar protegido, sino que, aceptando, aunque me ha costado muchísimo, que ellos ya están grandecitos y saben qué hacer para cuidarse. Ellos son mi vida, pero por querer cuidarlos, los estaba asfixiando. Ahora ellos salen a hacer mandados, ya se fueron de viaje, tuvimos la primera reunión de trabajo presencial con un proveedor, y no me queda más que aceptarlo.

Entender que no puedo controlar lo que hacen los demás ha sido una de las pruebas más difíciles que he tenido. Porque por más obvio que parezca, lo único podemos controlar son nuestras acciones y reacciones. Yo trato de estar más tranquila y no prestarle siquiera atención al hecho de que los demás miembros de mi familia salen y regresan y no se bañan. Es problema de ellos. Y Dios los quiere tanto y sabe que me muero si les pasa algo, que ahí me los cuida. Pero llegar a este punto… ¡Dios Santo! Llegar a este punto ha sido una agonía, sufrimiento, llanto, impotencia, ansiedad, terror… ¡INDESCRIPTIBLES! No ha sido nada fácil.

Ahora estoy en el paso de ayudarme a mí misma a ser más libre y darme cuenta de que mi día no debe girar alrededor de cuántas veces me va a tocar lavarme el pelo si salgo, porque sí, muchas veces NO he querido salir para no tener que volverme a bañar. Así que esta semana hice un gran progreso y estoy orgullosa de mí misma. Celebren sus victorias, porque sólo Uds saben cuánto les ha costado alcanzarlas.

COVID ha afectado la salud mental de muchísimas personas en el mundo. No necesariamente a los que tienen TOC/OCD, sino que cualquier otro trastorno o padecimiento. En mi caso también me ha hecho aislarme aún más del mundo. Mi contacto con el exterior es por medio de cualquier dispositivo tecnológico. El único contacto personal que tengo es con mi familia y los empleados que trabajan en la casa. Ya desde hace años me había empezado a volver un poco antisocial, pero con la pandemia tuve la excusa perfecta para no ver a nadie. Lógicamente eso no es nada bueno para una persona, porque el ser humano es un animal sociable por naturaleza. Así que probablemente ese deba ser el siguiente paso, socializar al menos un poquito.

Por último, pero probablemente lo más importante que les voy a decir, contrario a lo que muchos todavíacreen, tener TOC/OCD o el trastorno que sea no es motivo de “avergonzarse”, al contrario, sólo demuestra lo fuerte que somos al enfrentar las diferentes adversidades a pesar de estos obstáculos. No están solos, habemos muchas personas luchando contra los mismos monstruos y lo importante es encontrar una comunidad para entendernos, apoyarnos y animarnos a salir adelante.

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