Una forma de medir resultados es mediante la elaboración de balances, pudiendo obtener uno “positivo” o uno “negativo”. Generalmente resulta más fácil hacerlo en términos materiales y muchas veces evaluamos nuestros años en base a eso: si conseguimos el trabajo anhelado, nos aumentaron el salario, tuvimos ganancias en nuestros negocios, cerramos un contrato importante, compramos la casa de nuestros sueños, cambiamos de carro por el último modelo, etc.
Yo, en particular, nunca había hecho ningún tipo de balance al final de un año. Pero éste ha sido uno lleno de tantas bendiciones, que fue el concepto que se me vino a la mente. Les cuento…
2017 ha sido un año que me deja un balance positivo en términos de mis relaciones interpersonales, relaciones que daba por perdidas y que recuperé cuando menos me lo esperaba, y muy probablemente sin merecer la mayoría de ellas.
La primera persona fue mi Mami, que es una de las relaciones más importantes para mí. Fue la forma de comenzar bien el año. Como les comentaba en el post de “La Hija Pródiga”, ella me recibió con los brazos abiertos cuando la busqué después de casi un año de estar enojada. Definitivamente que tiene un corazón de oro, porque nunca me puso peros y ella sólo estaba esperando a que yo recapacitara. ¡Qué afortunada soy de la mamá que me tocó! Desde entonces nuestra relación ha crecido y se ha fortalecido muchísimo.
La siguiente relación tomó más tiempo… por diferentes razones. Es mi hermanito, que toda la vida ha sido mi consentido y lo he amado con todo mi corazón. Sé que todos sanamos a diferente ritmo, pero yo estaba impaciente, porque menos de un año después de haberlo perdido, lo extrañaba demasiado y cada vez me dolía más estar alejados. Sinceramente llegué a pensar que nunca iba a recuperarlo, pero Dios conoce los anhelos más profundos de nuestros corazones y Él sabe lo importante que es ese Gordo para mí. Así que poco a poco y a Su tiempo, me devolvió a mi hermanito. A lo largo de este año hemos ido hablando cada vez más y más, y hoy estoy ansiosa esperando a verlo mañana después de dos años.
Haciendo memoria, me di cuenta de que hace más de una década que perdí a otra persona que ha sido súper importante para mí desde que nací. Durante todo ese tiempo viví con un conflicto interno, porque nuestra relación había sido afectada por terceros, no porque hubiera un problema directo entre nosotras.
En los últimos años las cosas habían mejorado, pero todavía distaba de ser lo que era por mucho. Este año yo comencé a tenerla a ella muy presente, casi desde el inicio. Siempre me he identificado mucho con ella y hay un sinfín de situaciones en las que me puedo ver reflejada en esa persona. ¡Nos parecemos tanto! El punto es que hubo circunstancias que hicieron que pensara todavía más en ella. Recuerdo que quería que nos fuéramos a tomar un café para platicar, pero nunca se dio. Luego comencé hasta a soñar con ella. Pienso que cuando esas cosas pasan, es la forma en que Dios llama nuestra atención. A los pocos días del último sueño decidí que no iba a esperar más por un café, así que le llamé y fue por teléfono que le pedí perdón, le dije lo importante que es para mí y que siempre va a poder contar conmigo, ¡pase lo que pase! La familia es para siempre. Ahora recuperé a mi Tía a la que tanto quiero y que nunca dejó de tener un lugar especial en mi corazón.
La última persona es alguien con quien no tenía una relación desde hace más de 20 años, ¡éramos unas niñas! Nunca fuimos cercanas. Pero con el pasar del tiempo hubo peleas infantiles, adultos que sacaron las cosas de proporción y decisiones que ni siquiera fueron tomadas por ella. Eso hizo que yo no tuviera el más mínimo interés de relacionarme con ella o con su familia. Por cierto, ella venía por lo menos una vez al mes a mi casa, porque aquí vive mi abuelita y la venía a ver. Yo ni siquiera bajaba a saludar en esas ocasiones.
Fue hasta este año que nació su hijita que las cosas cambiaron. Ella iba a venir a la casa con su esposo, su mamá y la bebé recién nacida. Yo no la conocía. Por alguna razón decidí que era importante que fuera a saludar y a conocer a la niña. ¿Por qué sentí la necesidad de hacer eso cuando durante tantos años no me había acercado? Nuevamente para mí la respuesta es Dios. Sólo Él hace que sucedan cosas que parecen imposibles para nosotros. Lo único que tuve que hacer fue “aparecer” para recuperar a mi prima.
En lo que va del año las cosas han caminado tan rápido. Estoy conociéndola a ella y estamos compartiendo a un nivel ya de mujeres adultas. Ahora me pongo súper contenta cuando sé que va a venir a la casa con su familia. Mi sobrinita se parece a mí cuando estaba bebé. El esposo es súper divertido y alegre. La mamá también es súper chistosa y ocurrente. Hemos estado compartiendo seguido y cuando pasan muchas semanas, empiezo a preguntar cuándo van a venir, porque son personas de las que da gusto rodearse. ¡Son positivos y transmiten felicidad!
¿Se pueden imaginar que hay ocasiones en las que lo único que Dios nos pide es “aparecer” para hacer un milagro? Porque ojo que no es que recuperé a mi prima por mi linda cara, jajaja, es porque Él se puso manos a la obra.
No puedo tener mejores regalos de Navidad, que haber recuperado a personas que son importantes para mí y que suman a mi vida.
Espero de todo corazón que ustedes también puedan cerrar este 2017 con un balance positivo. Hay cuentas que valen más que la del banco y que merecen que trabajemos para verlas dar frutos. Si a la fecha creen que su saldo es negativo, ¡todavía faltan días para terminar el año! Pidan perdón y perdonen. A veces es lo único que se interpone entre nosotros y nuestros seres queridos.