It's never too late to be what you might have been!
It's never too late to be what you might have been

La semana pasada compartí mi experiencia con ED y lo difícil que es luchar con un trastorno alimentario. Lo más difícil es aceptar que se tiene la enfermedad, buscar ayuda e informarse. Les repito que yo nunca me imaginé el daño que puede causar ED y hasta la semana pasada que mi endocrinóloga me dio el resultado de mis exámenes lo creí.

Yo pensaba que no tenía ningún problema, mucho menos una enfermedad, yo sólo quería estar delgada y para eso tenía que dejar de comer. No se pueden imaginar el sacrificio que era para mí, porque me encanta comer y me encanta la comida, pero en mi cabeza, el sacrificio valía la pena. Disfrutaba tanto mandar a reducir mis pantalones, porque se me caían; me encantaba que incluso la talla más pequeña me quedara grande; era lo máximo sentir que no tenía nada de panza y ver que las piernas eran delgadas. ¿Les suena conocido algo de esto? Esos pensamientos son ED.

Pero ED también te obliga a mentir, a esconderte y a alejar a todo el mundo para que no se den cuenta de lo que estás haciendo. Para mí se convirtió realmente en un detonante de estrés, ansiedad y angustia que me invitaran a una fiesta, a una comida, a dormir a un lugar, cualquier situación que implicara comida y otras personas. Nadie se imaginaba por lo que yo estaba pasando.

Si mis amigas quedaban para ir a almorzar, yo pasaba sufriendo los días antes pensando qué excusa dar para no ir. Llegó un punto en el que ED me dio una brillante idea: mentir. Le decía a mis papás que iba a comer con mis amigas y cuando llegaba a donde mis amigas, les decía que ya había comido con mis papás, así que sólo me iba a tomar algo (cualquier bebida light). Con mis papás sólo cenaba, entonces si yo llegaba antes a la casa, agarraba mi plato de la mesa, lo manchaba con salsa o le ponía migas y luego lo dejaba en el lavatrastos, así cuando llegaban mis papás pensaban que ya había comido. La única que se engañaba era yo.

En mi caso ED tiene 2 lados, la parte en la que me obliga a restringir y la otra que me hace atracarme. Esta última también es súper complicada y me llevaba a esconderme, generando estrés, angustia y ansiedad. Bajaba a media noche a comerme una bolsa entera de Doritos, Lays o cualquier snack con un tarro de dip, me iba a comprar una pizza gigante y me la comía entera yo sola o pasaba por 4 órdenes de sushi sólo para mí. Comía hasta sentirme súper mal, física y emocionalmente. El comer en esas cantidad me hacía sentir tan culpable y tan gorda, que tenía que restringir inmediatamente. Eran unos atracones espantosos y por más que intentara no podía parar. Después terminaba llorando del dolor de panza y el cargo de conciencia.

Ahora, ¿cuáles eran los efectos de todo esto? No era sólo el estrés, ansiedad, angustia, culpa, etc., eran también los efectos físicos que yo no quería aceptar y que le atribuía a otras causas. Cuando estaba en período de restricción, me daba insomnio y podía pasar 48 horas sin dormir. Es lo más desesperante del mundo pasar la noche entera dando vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. Después me sentía cansada y andaba irritable y de mal humor. Además, me daban dolores de espalda todo el tiempo y yo pensaba que eran por la mala posición al sentarme, que era algo muscular, cuando no lo era.

Algo que sí me mataba de la parte de restringir fue cuando me comenzó a afectar en mi último ciclo de la U, porque me sentía TONTA. No podía concentrarme ni enfocarme. El sólo hecho de estar sentada para oír la clase ya era un esfuerzo casi sobrehumano para mí. Me frustraba horrible sentir que me costaba tanto entender y que era casi una tarea titánica aguantar toda la clase. Pero dejé darle importancia, porque a pesar de tener un “cerebro desnutrido” como me dice mi amiga que es psicóloga, mis calificaciones eran excelentes y mis aportaciones siempre eran elogiadas por mis profesores. Entonces ED me hizo pensar que yo estaba equivocada y que todo estaba bien, al fin y al cabo seguía sacando 10 que era lo importante, sin tomar en cuenta que para alcanzar ese objetivo el desgaste que yo tenía era mayor.

Lo más increíble es que a pesar de todo eso, yo pensaba que me sentía mejor cuando no comía, porque por lo menos estaba despierta. En cambio, en la época de atracones, ¡anda cansadísima todo el día! Dormía más de 12 horas y no me quería levantar, se me cerraban los ojos del sueño durante el día, me sentía llena y me dolía la panza, pasaba enojada, no me daban ganas de hacer nada. Obviamente para mi cuerpo era un shock recibir esas cantidades tan exageradas de comida después de estar en ayuno por tanto tiempo y no lograba procesar todo, lo que hacía que me sintiera cansada y mal. Mi metabolismo ya estaba lento por la falta de comida.

Sin embargo, con todos estos síntomas, yo me rehusaba a ir a donde un endocrinólogo, porque según yo estaba bien, sólo estaba más flaca. Mi terapeuta y mi amiga me decían que tenía que hacerme exámenes desde hace más de 1 año y yo no les hacía caso, porque decía que iban a salir perfectos y que eso era “botar el dinero”. ¿Y les cuento algo? Efectivamente, todos los exámenes de sangre que me hice la semana pasada salieron “bien”, mis resultados estaban dentro del rango. Pero la endocrinóloga no me dejó sólo exámenes de sangre, sino también uno de osteoporosis. ¡Sí, osteoporosis! Y ese salió mal, tengo osteopenia, que es la primera fase de la osteoporosis.

¿Qué quiere decir esto? En primer lugar, si tienen un TCA, vayan a donde un doctor que conozca la enfermedad, porque el resto no va a saber interpretar los exámenes y les van a decir que todo está bien, incluso con la osteopenia, les dirían que es algo leve y reversible y que no se preocupen. ¡Pero no es así! Mi endocrinóloga, que sabe de TCA, me explicó los resultados de los exámenes y que en mi caso son una alarma de mi cuerpo y la osteopenia es algo grave.

Les explico. Resulta que el cuerpo compensa, esto quiere decir que para mantener los niveles de calcio en los rangos correctos, empieza a tomar calcio de los huesos, porque yo no se lo proporcionaba a través de los alimentos. Eso lo demostró el examen de los huesos. Nunca en mi vida me hubiera imaginado que algo así me podía suceder, yo no conocía el alcance de esta enfermedad. Por otro lado, la osteopenia no se da en mujeres de mi edad (tengo 27 años), sino que se comienza a ver después de la menopausia, en ese caso sí es leve, pero no en el mío.

Al oír la noticia me asusté y me puse a llorar. Estoy tan joven y me estoy acabando mi cuerpo. Me sentí mejor cuando me dijeron que aún estoy a tiempo y que se pueden revertir los daños tomando calcio y siguiendo una dieta que me ha dejado la doctora. ¿Es fácil? ¡No! ED no se va a ir con sólo tomar calcio y tampoco me va a dejar seguir la dieta tan fácilmente. Todo el mundo cree que ahora voy a empezar a comer de la nada. No es así de sencillo y no lo puede entender alguien que no conozca de la enfermedad. Lo que sí les puedo decir es que yo voy a poner todo de mi parte para mi recuperación y voy a seguir luchando con ED.

Es difícil hablar del tema y aún más compartirlo públicamente, pero para mí es una enfermedad tan dolorosa y complicada y que me ha afectado tanto, que deseo de todo corazón poder ayudar a otras personas que lo lean para que no lleguen al punto al que yo he llegado y busquen ayuda. Si con esto logro ayudar a una sola persona que esté sufriendo lo mismo que yo, va a haber valido la pena.

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