It's never too late to be what you might have been!
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Luego de la entrada ¿A dónde se fueron los caballeros?, muchos hombres comentaron y decían que no existen los caballeros, porque ya no hay damas. Estuve investigando sobre el tema y recordé un correo que me mandó un amigo muy especial después de mi divorcio, donde me decía que yo no tenía que desesperarme, porque iba a llegar un hombre que valiera la pena para mí, y que era digno de una dama esperar y sanar, en lugar de salir con cualquiera por resentimiento. El correo se llamaba “Princesas en Peligro” y él me dijo que pensaba que yo encaja en él. Así que esta entrada va dedicada para Gustavo, un caballero, que me hizo darme cuenta de que sigo siendo una princesa.

Durante muchos años, las mujeres hemos sido reprimidas. Da tristeza ver que todavía en muchas sociedades, incluida la nuestra, el hombre se cree superior a ella e intenta de todas las formas posibles hacerla sentir inferior y someterla tanto física como emocionalmente. Esto lo podemos ver en todos los estratos sociales.

Dado el gran poder que ejercen las instituciones religiosas dentro de la sociedad en que vivimos, todo es considerado un tabú y la mayor forma de reprimir a la mujer es a través de su sexualidad. La iglesia se ha encargado de hacernos creer que para la mujer el sexo es pecaminoso y condenable, lo que nos lleva a sentir vergüenza y culpa sobre el tema. Mientras que el hombre puede tener todas las experiencias sexuales que desee sin estar casado y llevar una vida sexual libre y sin inhibición alguna, se espera que la mujer llegue virgen al matrimonio. Pero como leí en un post en internet: “Ser virgen no te hace santa y tener sexo no te hace puta”.

Otra de las grandes formas de reprimir a la mujer era que se le negaba la oportunidad de desarrollarse intelectual y profesionalmente, dando por sentado que debían quedarse en casa cuidando a los niños y atendiendo al marido.

La represión y denigración a la mujer hizo que hace algunas décadas iniciara el famoso movimiento de la “liberación femenina”. Esto inicia en 1920 con algo tan básico como exigir el derecho a elegir a los gobernantes, el sufragio; y en 1960 se da otra oleada en la que por el movimiento hippie se fomenta la liberación sexual, conduciendo a la promiscuidad.

Es en este momento cuando hay que hacer un alto y realizar que el punto de todo esto no es llegar al otro extremo, sino encontrar un equilibrio. El hombre busca simplemente suplir su deseo sexual, su instinto; mientras que la mujer busca establecer una conexión afectiva para poder tener relaciones sexuales con un hombre. Por otro lado, no se espera que la mujer disfrute del acto sexual, sino que únicamente complazca al hombre. Cuando en realidad la mujer debe ser capaz de disfrutar su sexualidad en la misma medida que lo hace el hombre, sin sentir culpa, vergüenza o remordimiento. El sexo es algo natural y la iglesia ya debería de parar de satanizar el tema.

La respuesta a la pregunta de a dónde se fueron los caballeros es sencilla: porque las princesas están en peligro de extinción. Esa es la situación de hoy en día. Si no existe una dama a la cuál amar, proteger y cuidar, no se necesita un caballero. Por mujeres “liberadas” es que otras como yo nos estamos perdiendo de tener a un caballero en nuestras vidas.

Pienso que la liberación femenina ha sido un craso error, porque no la han sabido enfocar. Ahora las mujeres quieren ser igual que un hombre, cuando desde el principio de la creación Dios nos hizo complemento el uno del otro. La mujer no debe competir con el hombre, porque no es su rival, porque nunca va a ser un varón por más que lo intente. Lo más lamentable es que este tipo de mujeres ni siquiera intenta imitar las cualidades del hombre, sino que más bien buscan adoptar sus peores defectos, humillándolos y maltratándolos como hacían ellos anteriormente. Las niñas de la nueva generación, que vivieron la represión y sumisión de sus madres, quieren venganza, deseando convertirse en enemigas de los hombres y no llegar a ser nunca sometidas como sus madres.

¿Por qué las mujeres ahora quieren imitar a los hombres? ¿Por qué vestirse de forma masculina, cuando nos vemos tan lindas con nuestras faldas y vestidos, tan femeninas y delicadas? ¿Por qué buscar aventuras sexuales de una noche, que está tan de moda hoy en día, cuando lo único que estamos haciendo es denigrándonos nosotras mismas? Ya ni siquiera son los hombres los que nos denigran, sino que nos damos el lujo de hacernos eso nosotras mismas. ¿Por qué pensamos que debemos embriagarnos para desinhibirnos y ser “más espontáneas”? Lo único que conseguimos es hacer el ridículo, subiéndonos a bailar en la barra, en las mesas, terminando casi inconscientes vomitando en los baños, maldiciendo e insultando sin importarnos nuestra reputación. ¡No es ser más mujer comportarse de esa forma! Poco a poco hemos ido perdiendo el respeto a nosotras mismas y con ello, hemos permitido que los hombres nos traten como sus iguales y nos lo falten también.

Mujeres, debemos aprovechar los logros que se han obtenido con la liberación femenina, pero hacerlo de una forma positiva. Disfrutemos de todas ventajas que tenemos ahora como ir a la universidad y recibir una excelente educación. Pero lleguemos a la universidad con la intensión de aprender y terminar nuestra carrera con el máximo honor, explotando nuestra inteligencia, no como muchas niñas que se acuestan con el profesor para pasar la materia. Es increíble, pero eso se da, y se da aquí, en las universidades de El Salvador. Es un secreto a voces y las altas autoridades de las universidades se hacen las del ojo pacho. ¡Mujeres, dense a respetar!

Durante muchos años, quizá demasiados, quise ser una “feminista”, una de esas niñas de la nueva generación, que no iba a dejarse pisotear por ningún hombre. Pero nunca pude serlo, ¡gracias a Dios! Todo el mundo decía que era una anticuada, porque no tomaba, no fumaba y no iba a discotecas. Siempre dije “no”, si debía hacerlo y nunca me dejé influenciar por las demás. Sin embargo, viendo hacia atrás, pienso que ser tan conservadora y cuadrada no es tan bueno, pero tampoco ser una mujer liberada que raya en el libertinaje. Nuevamente: ¡EQUILIBRIO!

Si los hombres piensan que por estar divorciada, voy a ser liberal y decir “sí” a todo, se van a quedar decepcionados. Mis principios y valores siguen siendo los mismos. Lo que aprendí es que en lugar de estar buscando un “buen partido” para casarme como lo hacen muchas, yo debo trabajar en mí para ser yo un buen partido para el caballero que llegue a mi puerta. Sólo siendo yo una dama, voy a encontrar a un hombre que me merezca. Y a ese hombre no le va a importar si soy divorciada o no, porque eso no me hace ni mejor ni peor mujer.

Hombres, todavía existimos mujeres que deseamos ser princesas y que nos comportamos como tales. Lo importante es que ustedes también se comporten como caballeros y cuiden a esas princesas en peligro de extinción una vez que las encuentren. Muchas niñas han dejado su corona y su sueño de ser princesas, porque les parece anticuado e incluso patético. ¡Yo no quiero dejar mi corona, no quiero dejar de ser una princesa! Yo sí quiero un hombre que me cuide y que me proteja, que me de seguridad y estabilidad, un hombre que no quiera comprarme con su dinero como muchos lo intentan, sino un caballero que me conquiste con detalles y romanticismo. ¡Quiero ser el complemento de mi príncipe azul!

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